lunes, 23 de octubre de 2017

La casa sin vida

Transcurría el año de 1967, cuando Marta y Pablo vivían junto a sus tres pequeñas hijas, Isabel de 9, Laurita de 6 y Sofía de 4 años, en una casa alejada de toda civilización. En ocasiones recibían visitas de algunos familiares, quienes se iban muy de prisa del lugar, incluso con un poco de miedo, el cual podía verse a través de sus miradas. La pareja se sentía un poco triste por las circunstancias, pues sabían muy bien lo que provocaba dicha huida o incluso la abstinencia de mucho de ir a visitarlos.
La pequeña casa tenía tres habitaciones, una pequeña sala de estar, al fondo una oscura cocina, que lejos de ser cálida, siempre se mantenía helada. En la cocina estaba ubicaba una vieja puerta de madera, la cual daba a un amplio jardín, pero ese lugar no era como otros, no tenía flores ni colores, los árboles muertos y la tierra seca hacían del espacio algo espeluznante. Marta junto a las niñas, intentó muchas veces y con mucha ilusión, sembrar y darle vida al jardín, pero todo era en vano, ya que tras los intentos siempre aparecía la tierra, semillas y plantas esparcidas por todos lados, como si el mismísimo lugar se negará a tener vida alguna.
Los días en aquella casa eran lúgubres, aun así las niñas y la pareja trataban de que todo fuera diferente. Un día, pasaron por allí unos amigos de Pablo, quienes se disponían hacer cacería nocturna en una montaña cercana, por lo que decidieron invitar a su amigo, quien además conocía muy bien el lugar, éste aceptó, pues vio una gran oportunidad de cazar algunos animales para el sustento de su familia. Llegada la tarde, el grupo de hombres se despidió de Marta y las niñas, y fueron a emprender su viaje
Tras la cena Marta y las niñas se asearon, Isabel ayudó a su madre a vestir y peinar a sus hermanas. Una vez listas, se dispusieron hacer algunas oraciones y luego se acostaron a dormir juntas en la habitación principal, donde se quedaron dormidas inmediatamente.
Mientras dormían, Marta se despertó bruscamente, luego de escuchar el estridente crujido de la puerta de la cocina. Ante esto, la mujer no pudo evitar sentir un poco de miedo, sin embargo quiso pensar que había sido el viento y decidió acostarse nuevamente. Su intento de dormir fue en vano, pues esta vez el sonido de algunas aves la hizo levantarse de la cama, y con ella Isabel, quien también había escuchado todo.
Ambas atentas, decidieron ver por una pequeña ventana que estaba en lo alto de la pared, en ese momento vieron cerca de un árbol, algo muy extraño, Marta le pidió a Isabel que prendiera una lámpara, a lo que la niña obedeció rápidamente, pero no logró su cometido, pues no encontró las cerillas.

Marta volteó nuevamente a la ventana, fue entonces cuando se vio cara a cara con aquel horrible y cadavérico esperpento que en un instante la hizo caer en estado catatónico.

El fantasma de la carretera

Una familia feliz y tranquila emprendió un viaje que llevaban demasiado tiempo esperando, ya que se iban a reunir, como todos los años, con sus familiares, era navidad, una época donde se solían suceder muchos viajes, sin embargo, un error de cálculo hizo que la familia no planificara correctamente el camino, y la noche les atrapó.

 El padre apenas había usado ese tramo para ningún viaje. El padre no solía correr, por lo que no iba a mucha velocidad, en el vehículo iba su mujer y sus dos hijas pequeñas.
Quién sabe si fue por culpa de la oscuridad, no obstante, el cansancio empezaba a hacerse fuerte, y en una curva muy cerrada, el coche se descontroló totalmente, y el coche acabó estrellándose. Todos murieron, nadie se salvó. Desde ese día en el que ocurrió ese trágico suceso, ese tramo está maldito, cada vez cambian los protagonistas, como si fuera el aniversario cada año, ocurre ese mismo accidente.

El fantasma de la carretera. Según fuentes cercanas que han contado su experiencia, cuentan que cada vez que alguien se acerca por ese tramo, y hay luna llena, acaba estrellando su coche contra un barranco que hay por ahí. Los cuerpos nunca se llegaron a encontrar, y son éstos los que alertan a los conductores de la peligrosidad de la curva, sin embargo, éstos al ver unas sombras acercándose de frente al coche pierden el control total y acaban empotrándose.

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La enfermera fantasma

La enfermera fantasma es una historia que según aseguran, realmente existió. Dicen, los que la han visto y los que no, lo repiten, que fue una enfermera muy abnegada, que laboró muchos años en el hospital.
Fue tan fiel a su trabajo, que se contagió de una enfermedad altamente mortal y peligrosa, causándole la muerte y falleciendo en el hospital. Se desarrolla, en un hospital de una ciudad capital, y la enfermera, acompañaba a los enfermos y moribundos en su lecho de muerte, según cuentan, hasta que cruzaran hacia el más allá.
La enfermera fantasma, suele presentarse a los pasantes, doctores y visitantes, avisándoles que los pacientes los necesitan y luego de prestar ayuda que requieren, desaparece sin dejar rastro, atravesando por las paredes del hospital.
Los testimonios, son reales, que a cualquiera, lo puede dejar espantado. Hubo una madre quien llegó al centro hospitalario con hijo de cuatro años, quien tenía fiebre muy alta y por más que lo intentó, no la podía controlar.
Era de noche, y la doctora tratante le mandó a realizar unos análisis al pequeño. Estando en la sala espera, le aseó la cara y su cuerpecito, pues había sudado mucho.
Lo sentó en una silla y se dispuso, ella, a ir al baño. Se dirigió al hijo y le dijo, que le esperara allí mientras ella regresaba.
Sin haber llegado al baño, el niño se bajó de la silla y temblando con los brazos abiertos y con la mirada fija y perdida le abrazó.
No supo por dónde regresar y fue entonces que se les acercó una enfermera, de rostro joven, vestida con un uniforme impecable, quien tomó a la señora por los hombros y la llevó hasta el ascensor. Luego recorrieron el pasillo llegando al cubículo donde la enfermera fantasma le ayudó a recostar al niño en la camilla.
Allí la doctora se hizo cargo del niño. La señora volteó preguntando a donde estaba la enfermera que tan amablemente le condujo al consultorio de la pediatra. Y esta, contestando, le dijo que ella había llegado sola.
La madre al ver esta respuesta, le confesó a la doctora que, a ella le había acompañado una enfermera muy amable, pero que al buscarla ya no estaba cerca.
La doctora le comentó que muchas personas la han visto, que es un ángel que cuida de todo, y agradeció tan amable gesto de la enfermera fantasma.

El fantasma de la Monja

A mediados del siglo XVI en épocas de la colonia en México, vivió María de Ávila, una mujer bonita y joven, de buena posición social, con una fortuna considerable. Ella se enamoró de un humilde mestizo de apellido Arrutia quién solo quería casarse con ella para conseguir riqueza y linaje que le ayudarían a satisfacer sus ambiciones personales.
Conociendo estas intensiones Gil y Alfonso, los hermanos de Doña María, se opusieron al romance, haciendo lo posible por separarlos Alfonso le prohibió a Arrutia verla pero el mestizo se negó, entonces fue que pensando en la avaricia de este joven los hermanos decidieron darle mucho dinero con la condición de que se fuera a vivir lejos de la ciudad. El hombre aceptó de inmediato sin molestarse en despedirse de su enamorada.
Después de dos años Doña María seguía en depresión, tras tal evento sus hermanos acordaron enclaustrarla en el Antiguo Convento de la Concepción.
Allí siguió deprimida por el mestizo, su gran amor y rezaba por él. Una noche de angustia en la cual no soportó más la falta de Arrutia , se ahorcó en un árbol de duraznos en el patio del convento. Ella fue enterrada en el cementerio del lugar.
Un mes después, el fantasma de la ahorcada María acostumbró a aparecerse todas las noches reflejándose en las aguas de la fuente del convento cuando alguna novicia o monja se veía el rostro.
Las madres superiores prohibieron la salida de las monjas a la huerta después de la puesta del sol.
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